Con el poeta Pascual García dialogamos a propósito de la edición del Premio Loewe de 2007 en la que quedó finalista con el libro Los alimentos de la tierra.
Una entrevista de Mª Ángeles Moragues Chazarra., para Ágora, papeles de arte gramático, cortesía de ellos.
P.- ¿Qué debe tener un libro para conquistar al jurado de un premio?
Un libro debe tener sólo calidad literaria, conquiste o no conquiste a un jurado, eso no tiene la menor importancia, al menos yo no me lo he planteado nunca.
P.- ¿Contra qué o quién se rebela a través de su escritura?, o acepta, ¿a quién o a qué?
Mi lucha, si es que hay alguna lucha en mi obra, es contra mí mismo, contra la parte de dolor y de resentimiento que todos albergamos desde los primeros años de nuestra vida, pero es sobre todo una celebración de la existencia de las cosas elementales, del mundo en el que vivo, de los míos.
P.- Si esta obra implica una vuelta atrás en el tiempo, ¿qué ha recuperado con ella?
La literatura siempre es una vuelta en el tiempo. Escribimos sobre aquello que desaparece e intentamos recuperar el sabor de aquel tiempo, el aroma de los mejores años. La escritura permite que el tiempo se detenga como un milagro.
P.- ¿Ha escrito este título para huir de su propia biografía o para ratificarla?
Uno no puede huir de su propia biografía y tampoco puede ni debe rectificarla. Lo que haya de biográfico en este libro, y siempre ponemos algo de nuestra vida en las obras, procede de la memoria y ése es el espacio intocable de los sueños.
P.- ¿Cuál es la máxima de su poesía en este libro?
Los alimentos de la tierra, el libro que quedó seleccionado entre los finalistas del Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe, pretende regresar a la tierra, a la infancia y a la más elemental de las verdades. El trabajo duro de mi pueblo, los alimentos que mi madre y mi esposa ponen en la mesa para comer, el sudor de los hombres aguerridos del campo, el futuro venturoso de los hijos, la bendición del sol y de la luz, mis primeros libros, los primeros recuerdos, el amor como una sustancia imprescindible para vivir.
P.- ¿Hay en este poemario alguna novedad con respecto a su anterior obra poética?
Me da la impresión de que este libro procede de una línea poética presente ya en Fábula del tiempo y más tarde en los dos libros siguientes: El invierno en sus brazos y Luz para comer el pan. Se trata de combinar el tono elegíaco con la celebración de los bienes cotidianos, ahondar en lo más sencillo y buscar la complejidad de su entramado para exponerlo con versos luminosos, sin miedo a la ruptura del encabalgamiento, porque no quiero que el endecasílabo discurra monótono, sino que sea únicamente un apoyo técnico para lo que pretendo decir, un cauce adecuado a mi discurso.
P.- ¿Qué finalidad tiene esta obra en verso en un mundo como el actual?
Si tuviera que ser sincero a ultranza, te diría que tal vez ninguna, como no la tiene la literatura en general o el arte. Y, sin embargo, para mí, para un pequeño grupo de amigos y para mi mujer, constituye un regalo, un modo de gozar de la palabra y de la imagen, del recuerdo y de las cosas, de los pequeños alimentos de una tierra lejana pero presente, casi una oración de gracias por lo que nos rodea, pero asimismo un inevitable repaso de lo que fuimos y de lo que todavía nos queda.
P.- Elija n poema de su último libro finalista del Loewe...
Debería elegir algunos, pero tal vez “Las monedas y el espíritu” constituye un buen ejemplo de lo que es la esencia del libro. El sentido materialista del dinero se eleva a categoría casi moral cuando se trata del producto de un trabajo duro y es cuanto tiene un hombre y una mujer para alimentar la casa y a los suyos. Es otra visión, más lírica del dinero, la visión de la pobreza. El otro poema sería “El alma, el agua”, en el que de nuevo se sublima lo material hasta la categoría de lo espiritual.
Una entrevista de Mª Ángeles Moragues Chazarra., para Ágora, papeles de arte gramático, cortesía de ellos.
P.- ¿Qué debe tener un libro para conquistar al jurado de un premio?
Un libro debe tener sólo calidad literaria, conquiste o no conquiste a un jurado, eso no tiene la menor importancia, al menos yo no me lo he planteado nunca.
P.- ¿Contra qué o quién se rebela a través de su escritura?, o acepta, ¿a quién o a qué?
Mi lucha, si es que hay alguna lucha en mi obra, es contra mí mismo, contra la parte de dolor y de resentimiento que todos albergamos desde los primeros años de nuestra vida, pero es sobre todo una celebración de la existencia de las cosas elementales, del mundo en el que vivo, de los míos.
P.- Si esta obra implica una vuelta atrás en el tiempo, ¿qué ha recuperado con ella?
La literatura siempre es una vuelta en el tiempo. Escribimos sobre aquello que desaparece e intentamos recuperar el sabor de aquel tiempo, el aroma de los mejores años. La escritura permite que el tiempo se detenga como un milagro.
P.- ¿Ha escrito este título para huir de su propia biografía o para ratificarla?
Uno no puede huir de su propia biografía y tampoco puede ni debe rectificarla. Lo que haya de biográfico en este libro, y siempre ponemos algo de nuestra vida en las obras, procede de la memoria y ése es el espacio intocable de los sueños.
P.- ¿Cuál es la máxima de su poesía en este libro?
Los alimentos de la tierra, el libro que quedó seleccionado entre los finalistas del Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe, pretende regresar a la tierra, a la infancia y a la más elemental de las verdades. El trabajo duro de mi pueblo, los alimentos que mi madre y mi esposa ponen en la mesa para comer, el sudor de los hombres aguerridos del campo, el futuro venturoso de los hijos, la bendición del sol y de la luz, mis primeros libros, los primeros recuerdos, el amor como una sustancia imprescindible para vivir.
P.- ¿Hay en este poemario alguna novedad con respecto a su anterior obra poética?
Me da la impresión de que este libro procede de una línea poética presente ya en Fábula del tiempo y más tarde en los dos libros siguientes: El invierno en sus brazos y Luz para comer el pan. Se trata de combinar el tono elegíaco con la celebración de los bienes cotidianos, ahondar en lo más sencillo y buscar la complejidad de su entramado para exponerlo con versos luminosos, sin miedo a la ruptura del encabalgamiento, porque no quiero que el endecasílabo discurra monótono, sino que sea únicamente un apoyo técnico para lo que pretendo decir, un cauce adecuado a mi discurso.
P.- ¿Qué finalidad tiene esta obra en verso en un mundo como el actual?
Si tuviera que ser sincero a ultranza, te diría que tal vez ninguna, como no la tiene la literatura en general o el arte. Y, sin embargo, para mí, para un pequeño grupo de amigos y para mi mujer, constituye un regalo, un modo de gozar de la palabra y de la imagen, del recuerdo y de las cosas, de los pequeños alimentos de una tierra lejana pero presente, casi una oración de gracias por lo que nos rodea, pero asimismo un inevitable repaso de lo que fuimos y de lo que todavía nos queda.
P.- Elija n poema de su último libro finalista del Loewe...
Debería elegir algunos, pero tal vez “Las monedas y el espíritu” constituye un buen ejemplo de lo que es la esencia del libro. El sentido materialista del dinero se eleva a categoría casi moral cuando se trata del producto de un trabajo duro y es cuanto tiene un hombre y una mujer para alimentar la casa y a los suyos. Es otra visión, más lírica del dinero, la visión de la pobreza. El otro poema sería “El alma, el agua”, en el que de nuevo se sublima lo material hasta la categoría de lo espiritual.
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