domingo, 25 de octubre de 2009

Joaquín Marías Corbalán Corbalán nos desvela los secretos de su estación de silencios


Joaquín Marías Corbalán Corbalán, Alguazas, 1952, chofer de profesión, Ha publicado Donde duermen las palabras, 2005. Cuenta que descubrió la poesía por casualidad, o ella le descubrió a él, cuando un libro le cayó sobre la cabeza mientras buscaba otro. Fue un poemario de Antonio Machado y, desde entonces, no ha podido dejarla.

Le entrevistamos por su último poemario, La estación de los silencios.

Una entrevista de Francisco Javier Illán Vivas
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Pregunta.- Cuando comenté su anterior libro, Donde duermen las palabras, no existía la sección Hablando de libros, y no tuve ocasión de que nos hablase de ese “accidente casero” que le hizo encontrarse con la poesía. Háblenos ahora de él.
Respuesta.- Ciertamente fue así. El armario donde guardaban algunos viejos libros en casa de mis padres, era demasiado alto para mis diez años. Alzándome sobre los pies, intenté alcanzar a Poe con las puntas de los dedos, pero allí estaba don Antonio Machado para impedirlo de una manera muy peculiar, cayendo sobre mi cabeza, afortunadamente para mí no fue el Quijote.
Pensé que aquel atrevido desconocido, quería ser leído antes que don Edgar ¿tendría algo importante que decirme?
Nunca hago oídos sordos a los susurros del destino.


P.- Hay poetas que publican un libro al año, otros incluso varios al año, pero usted es un poeta tranquilo. Han pasado varios años desde su anterior poemario al que nos ocupa, La estación de los silencios.
R.- Yo soy conductor de transporte internacional. Este trabajo deja poco tiempo para las aficiones y relaciones sociales.
Tengo varios poemarios terminados, los dejo madurar antes de publicarlos.


P. Un libro que tiene mucho de usted, de su familia, de sus amigos. Y donde se atreve con aspectos muy personales. Sirva como ejemplo el poema Te desnudas.
R.- Algunas personas me dicen que se sienten identificadas con mis poemas.
No escribo sobre temas concretos, pero la mayoría de ellos están inspirados en vivencias propias, en lo que me cuentan y en el discurrir cotidiano.
Basta sentarse en la terraza de cualquier bar y mirar pasar la vida, dejarse arrastrar por esa corriente que no para. Las historias acuden solas, sin llamarlas.
Ciertamente algunos poemas son muy personales, pero no por ello extraños o lejanos a los demás.
En cierta ocasión, una señora me pregunto:
-¿De donde sacas todas esas historias?
Le contesté.
-Las busco en el interior de mi mismo, cada uno de nosotros llevamos dentro toda una biblioteca repleta de historias. Solo hay que saber… Contarlas.


P. Me gustaría que nos hablase de los silencios y de las soledades, tan presentes en su poesía.
R.-La poesía es un fiel reflejo del alma de quien la escribe, es el cántico interior que se expande al exterior; que no quiere estar oculto en un mundo paralelo.
Para mi, es en definitiva, la llamada del subconsciente, el lenguaje místico de los iniciados. La otra verdad que surge como un manantial incontenible.
Quizás por mi tendencia a la soledad, tal vez por la naturaleza de mi trabajo de forzados silencios, estas dos… Vamos a llamarles maneras de ser, a fuerza de ser cotidianas crean hábito. Es por eso que son mis compañeras de viaje y salen tanto a relucir en mi poesía, soledad y silencio.
Decía don Antonio Machado, “el hombre que habla solo, aspira algún día ha hablar con Dios”.
Pienso que todos deberíamos algún día practicar su gracia, es una buena medicina para el alma, los místicos de todos los tiempos lo hicieron.


P.- ¿Cómo es el proceso creativo de Joaquín Marías? ¿Cuándo y dónde escribe?
R.-Buena pregunta. Puedo estar una hora frente a un papel en blanco y no escribir nada, otras veces voy conduciendo y aparece la caprichosa musa.

Suelo hacerlo al atardecer, si es en el camión, busco un lugar tranquilo, a ser posible con árboles o cerca de algún río, o en mi despacho, siempre al declinar la tarde.
Enciendo una vela, me hipnotiza su mansa llama, prefiero los días de lluvia, me motivan, me dejo seducir por su dulce monotonía. Otoño es la estación sublime, especialmente el mágico Septiembre, me envuelve con su melancolía, evoca quietud, languidez, el final de una etapa. Septiembre, divide mi alma en mil jirones que se expanden y atrapan a los sueños que huyen a su refugio de invierno.
Tengo un libro de narrativa y estoy terminando otro de historias fantásticas, con ellos no necesito este ambiente, escribo sin más.
Para hacer poesía necesito estar bien conmigo mismo, preciso de este estado emocional. Recreo un ambiente anímico y solitario. Es el pacto inviolable con la musa.


P. Suelo repetir una pregunta a todos los poetas que entrevisto. Usted nos dice en su libro que necesitamos la poesía, tanto como la risa o la música. La necesitamos, para asegurarnos de que aún no hemos perdido del todo nuestras alas, de que aún es posible volar. ¿De verdad lo siente así en un mundo amenazado de muerte por el cambio climático, sumergido en una crisis económica que ha echado del mercado laboral a más de cuatro millones de personas sólo en España, donde se talan las selvas vírgenes para plantar biocombustibles en vez de alimento para los seres humanos? ¿De verdad tiene sentido la poesía en el mundo actual?
R.- Voy a arriesgarme a que me tache de incauto o visionario al decirle lo que sigue. En todas las religiones que han existido a lo largo de todos los tiempos, ni una sola de todas ellas, deja de hablar de fe y de esperanza.
Por mucho mal que el hombre haga al planeta y al hombre mismo, jamás podrá acabar con la fe y la esperanza. En el campo de exterminio nazi de Auschwitz en Polonia, un judío le dijo al alemán que iba a matarle:
-Podrás acabar con mi cuerpo, pero mi fe sobrevivirá con mi alma.
Las alas a las que aludo, son esa fe. Y la esperanza… Volar hacia un mundo mejor. Tenga por seguro que todos volaremos, aun a nuestro pesar.
No estamos solos en el universo, sería absurdo, somos los hermanos pequeños y estamos haciendo trastadas. El gran Padre Azul no permitirá que sus hijos pequeños destruyan su creación, ya han jugado lo suficiente. El tiempo ha llegado.
Esto es la poesía, la lengua mística de los iniciados de la que le hablaba antes.


P.: Esta también es una pregunta ya clásica en mis entrevistas. El conocido escritor japonés Haruki Murakami dijo que escribir novela es un reto, escribir cuentos un placer, que es la diferencia entre plantar un bosque o plantar un jardín. ¿Qué es entonces escribir poesía?
R.- Una pregunta complicada de contestar con palabras. ¿Qué expresa una mirada, que es el amor, y el instinto?
Escribir poesía es una necesidad. Es poner con letras en un papel la parte visible de lo invisible, expresar por escrito lo que sientes oliendo una flor. Es dibujar el alma de un niño, darle un beso al viento que no ves. Es escuchar la canción del silencio, descifrar el secreto de la noche, es… Descubrir la luz en los ojos de un anciano, dormir sobre una nube y no caerte, es pasear bajo la lluvia sin mojarte. Es crear vida donde hay muerte, aislarte del tiempo, hacerte invisible.


P.: Y como esta sección se llama Hablando de Libros, el futuro de los mismos, ¿cómo lo ve?
R.- El cine, cuenta una historia con personajes ya definidos, con paisajes ya creados, sin dejar lugar a nuestra imaginación, acota la posibilidad de que improvisemos. Todo está hecho.
El libro digital es cómodo y practico, eso si, pero además de la imaginación y el sentido de la vista, jamás sentirás el placer de tenerlo entre las manos y sentarte a leerlo debajo de un árbol del jardín. La dulce sensación de acariciar sus tapas, de oler sus páginas, de pasar las hojas que quizás alguien pasó antes que tú, en otro momento y con que sensaciones, poner caras propias a los personajes, recrear colores y escenas, paisajes y momentos. Introducirte dentro del mundo que imaginó su autor.
Nuestros antepasados, guardaban sus recuerdos y sus historias junto con sus secretos en ellos.
Los libros son sagrados, mágicos, están hechos de algo vivo, papel-madera-árbol.
No desaparecerán, nos acompañan desde que el hombre aprendió a escribir.


Muchas gracias.

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