domingo, 23 de noviembre de 2008

Montse de Paz nos habla sobre Estirpe salvaje

Montse de Paz nació en Lérida el 4 de julio de 1970. Se licenció en filología inglesa, pero su labor profesional la ha llevado por otros derroteros y desde los dieciocho años colabora y trabaja en organizaciones humanitarias. Su afición literaria, nutrida desde su infancia, se ha enriquecido con su variada labor como educadora de niños y adolescentes, agente social, promotora de eventos culturales, redactora de revistas y guionista de programas de radio sobre valores humanos. Actualmente reside en Badalona, donde compagina su trabajo como directora de la Fundación ARSIS con otras tareas docentes y sociales.

Una entrevista de Francisco Javier Illán Vivas

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P.- La afición a la literatura se despertó muy pronto en usted, y ha publicado en dos géneros que sorprenden por su lejanía argumental: autoayuda y juvenil. ¿O no lo son tanto?
La fantasía siempre me ha llamado, desde niña, y supongo que por mis gustos y aficiones es lógico que haya comenzado escribiendo ficción en este género. Además, la épica fantástica contiene un elevado potencial simbólico; es perfecta para transmitir, a través de una trama variada y emocionante, las realidades más hondas de la persona humana. Todos los mitos encierran un componente antropológico, son fabulaciones de los procesos humanos de crecimiento, maduración, despertar a la vida, adquisición de conocimientos…

Y de ahí enlazo a la autoayuda. Siempre me ha fascinado el mundo del espíritu y la psique humana, la evolución de las personas, sus pasiones y sus emociones. Quizás por eso, hace unos pocos años, escribí este libro: Cómo curar los sentimientos negativos. Es una obra basada en mi experiencia y en varios conocimientos que he ido adquiriendo, sin pretensiones academicistas. Había descartado publicarla hasta que me surgió la oportunidad de hacerlo y resulta que ha sido mi primer libro editado. Tampoco esperé que la respuesta de los lectores fuera tan buena ni imaginé que realmente lograría apoyar de forma eficaz a diversas personas en situaciones de problemas o conflictos vitales, como así ha sido.


Como ves, ambos temas, aparentemente distantes, guardan una relación más estrecha de lo que cabría imaginar.

P.- A pesar de tener dos libros en el mercado, el último, Estirpe salvaje, con Espasa Juvenil, el camino no le ha resultado fácil. Háblenos de su experiencia y, con ella, de su bitácora Andanzas de una escritora en busca de editorial.
En esta bitácora explico todas mis vicisitudes hasta llegar a publicar. No es un camino cómodo ni exento de tropiezos. De la misma manera que a mí me ayudó saber de la experiencia de otros, mi intención con el blog es compartir lo que he aprendido sobre la marcha, confiando que pueda ser útil a otros escritores noveles con deseos de publicar y animarlos en este proceso. Recibo muchas visitas y agradecimientos, e incluso he animado a varios amigos a abrir blogs con propósitos similares, y esto me indica que está cumpliendo su cometido. Proponerse publicar es como empezar una aventura casi épica -¡valga la comparación! Hay que armarse, sobre todo de tesón, creatividad y paciencia. Y tener muy clara la meta, para no desistir. Esos son los principales secretos. En mi blog doy varios ejemplos de autores afamados que recibieron muchos rechazos antes de lograr salir adelante.


En esta aventura hay varios factores clave para el éxito. El primero, pedir ayuda y consejo. Cuando empiezas no sabes nada del mundo literario y menos aún del editorial. Yo me moví, consultando a mi mentora (una escritora de mi ciudad, con la que mantengo buena amistad) y buscando en foros literarios y por Internet. De los foros he conseguido información y recomendaciones muy valiosas, además de hacer excelentes amigos. Ellos han sido las ayudas que me he encontrado por el camino y me han guiado. El gran salto en mi caso fue conseguir que una agente de buena reputación accediera a representarme, y no sólo eso, sino que lo ha hecho con tanto empeño y entusiasmo que apenas dos meses después de firmar con ella ya tenía una oferta por Estirpe Salvaje, con Espasa.

Antes de conseguir fichar con la agencia, probé a enviar mis manuscritos a muchas editoriales, sin éxito, aunque luego he recibido valoraciones y respuestas positivas, ¡demasiado tarde! También envié algunas de mis novelas a concursos. Ahora, por mi experiencia y la de otros colegas que he conocido y que están en mi situación o parecida, veo que si una obra es lo bastante buena, acabará encontrando editor, siempre que el autor luche por ella. También considero que encontrar agente es fundamental si no dispones de tiempo para promocionarte a ti mismo. La agencia es un auténtico trampolín, que recomiendo absolutamente. Eso sí, el trampolín es previamente un filtro. Una agencia no te aceptará si tus obras no reúnen el suficiente interés y calidad, a su juicio. Por tanto, lejos de ser un “enchufe”, creo que un agente es una
garantía ante las editoriales.

P.- En usted la educación de los valores humanos siempre está muy presente. ¿Qué hay de ellos en Estirpe salvaje?
Estirpe es una obra perfecta para comentar en grupo e iniciar debates muy interesantes y actuales. Algunos críticos la han considerado una “novela de aprendizaje”, y realmente contiene todos los elementos propios de este género. La historia narra cómo dos niños, en un entorno adverso y sacudido por la violencia, sacan fuerzas y ánimo para salir adelante y encontrar su lugar en este mundo. Yo destacaría varios temas clave. Uno de ellos es la importancia de la familia y los valores que transmiten los padres. Los protagonistas de Estirpe son huérfanos y la mayoría de sus personajes pertenecen a entornos que podríamos llamar “desestructurados”, pero justamente por eso se evidencia la necesidad de tener unos referentes éticos y de recibir el afecto y la educación de un padre y una madre. Ruslan, el protagonista masculino, tiene siempre presentes a sus padres. Para él son dos modelos a seguir y van guiando su trayectoria como una brújula.

Otro tema crucial en la novela es el papel de la mujer. Yvanka, la protagonista femenina, ha de aprender a sobrevivir nada menos que en una tropa, el ambiente menos favorable para una jovencita que está creciendo. Yvanka se cuestiona el rol femenino en su cultura, acusa la discriminación y los abusos que sufren las mujeres y se rebela. Su maduración es mucho más conflictiva que la de Ruslan, porque carece de modelos femeninos convincentes y del apoyo de otras personas de su sexo.

Los niños y la guerra es otro tema importante. Para algunos episodios de Estirpe me inspiré en entrevistas y reportajes hechos a niños soldado. Es una realidad muy cruda que saco a colación, sin recrearme en sus aspectos más sórdidos, pero sin negar todo lo que comporta. Ruslan y sus compañeros son adolescentes, casi niños, cuando empiezan a pelear en batallas. Ese crecimiento prematuro tiene sus consecuencias.

Finalmente, otro gran tema es el amor fraternal. Por amor se explica que Ruslan adopte actitudes muy diferentes a las de sus compañeros, por ejemplo en cuanto se refiere a las mujeres. El amor sostiene sus lealtades, su resistencia a la adversidad, su búsqueda de la dignidad. El amor a su hermana mueve a Ruslan y, aunque luego otras mujeres pasan a ocupar un lugar importante en su vida, ese afán de cuidado y protección hacia ella condiciona muchas de sus decisiones.


P.- Con el mundo de Slavamir ha creado una sociedad compleja, tanto en lo referente a geografía, personajes, cultura... ¿tiene intención de continuar en él?
Sí, así es. Slavamir forma parte de un mundo imaginario, inspirado en la Europa nórdica pre-medieval, en el cual sitúo varias de mis novelas (todavía inéditas). De hecho, Estirpe Salvaje forma parte de un grupo de libros relacionados, que espero ir publicando en los próximos años.

P.- Guerras, conflictos, pero también paisajes, arquitectura, costumbres, cultura... ¿se documenta la autora o lo deja todo a la imaginación?
Me documento lo justo, pues finalmente estamos hablando de fantasía. Pero me interesa transmitir verosimilitud, así que hago algunas consultas, casi siempre por Internet, o echo mano de mi culturilla adquirida. Crear Slavamir no me costó mucho. Mis conocimientos básicos de geografía y de historia, junto con un poco de exploración lingüística a la hora de elegir los nombres propios, me han ayudado. Muchas personas me dicen que los paisajes y el mundo de mis novelas absorben al lector y lo sumergen literalmente en sus tierras. Eso me alegra mucho, pues crear el escenario idóneo es muy importante para mí. También debo decir que para crear ciertos lugares y paisajes me he inspirado en los bosques y los montes que conocí en mi infancia, en el pueblo de mis abuelos. Muchos detalles de la vida aldeana y del campo también proceden de estos recuerdos.


P.- Las cifras de ventas y edición pronostican, aún en tiempos de crisis, una buena salud a la literatura juvenil e infantil.
Dicen que en tiempos de crisis la gente se queda más en casa y busca mayor evasión. Por tanto, la televisión y los libros tienen buenas perspectivas… Es bastante natural. Comprar un libro no es una necesidad de primer orden, pero tampoco es un gasto excesivo, es un bien imperecedero y aporta una gratificación enorme, en proporción a su coste. Además, el sector de público que más lee, según las estadísticas, es el femenino y el juvenil. En un mundo muy tecnológico y dominado por la ciencia, la fantasía es una válvula de escape que siempre atrae. Así que esos augurios me parecen del todo realistas.

P.- En ese sentido, ¿por qué los lectores más jóvenes están tan ávidos de historias que les alejen de la realidad?
Vivimos en una sociedad muy estresada, con un exceso de prisa, de información y de tecnología. Esto ejerce una presión importante, no sólo en los jóvenes, sino hasta en los adultos. Por eso se necesitan formas de evasión que se buscan en la literatura, en el cine y en el juego. Nuestro mundo occidental también rinde un culto excesivo a la razón, a la ciencia y a la productividad. Así que la fantasía parece ser el antídoto casi perfecto.


Una lectura evasiva, como distracción y relajación, no tiene por qué ser negativa. Un joven que vive en un entorno equilibrado y mantiene relaciones sanas con su familia y sus amigos no tiene por qué volverse adicto o aislarse hasta extremos patológicos. Cuando esto sucede, es que en la vida de esa persona hay problemas graves y encuentra en la literatura una forma de escapar y aliviar su sufrimiento, como podría encontrarlo en los videojuegos o en otras formas de adicción.

Claro que el exceso de fantasía puede ser peligroso, como todos los extremos. El remedio no es frenar la edición de libros fantásticos, sino trabajar en el entorno del joven. Aunque los libros sean compañeros maravillosos y proporcionen mucho placer y diversión, nada sustituirá la compañía física y real de unos amigos, de una familia, de un compañero o compañera. Por eso considero que si la literatura fantástica, además de evasión puede proporcionar valores humanos y elementos de reflexión, puede ser muy positiva para los más jóvenes.

P.- Como lectora, ¿qué aportan a la literatura juvenil e infantil fenómenos como el de Harry Potter o Memorias de Idhún?
Te confesaré una cosa… ¡No he leído ninguno de estos libros! Como lectora, soy mucho más deudora de autores antiguos –Walter Scott, Emilio Salgari, Julio Verne, Alejandro Dumas…– que de los contemporáneos escritores de best sellers. En realidad, he leído muy poco de literatura fantástica.

La primera cosa que me parece fenomenal es que estas sagas motivan a leer a millones de niños que, de otro modo, quizás no se acercarían a un libro. Eso es un mérito de sus autoras, y creo que han de estar muy satisfechas por ello. Por otra parte, aunque no los he leído, imagino que todos ellos contienen valores que enriquecen a sus lectores, además de aportarles muchas horas de distracción y emociones. En cuanto a su valor literario no puedo opinar, pero supongo que su calidad es lo suficientemente alta como para dignificar el género y darle relevancia en el panorama de las letras.

P.- ¿Hay fronteras entra la literatura infantil y juvenil y la literatura para adultos?
Este es un tema que me trae de cabeza, ¡no es fácil responder! Supongo que sí. Debe haber ciertos factores que hacen que un libro sea considerado juvenil: desde su forma y estilo, ameno y sencillo, hasta su temática y sus protagonistas. Los cuentos, la fantasía y los relatos iniciáticos sobre personajes que pasan de la niñez a la adolescencia y a la adultez son idóneos para este género.

De todos modos, esa frontera puede ser incierta y fluctuante. Creo que esta distinción es algo muy moderno, quizás basada en la división por etapas del sistema educativo, en la súper especialización de nuestra cultura… No lo sé. En la antigüedad, los cuentos, las leyendas y los poemas épicos eran escuchados con fruición por niños y mayores. Las Mil y Una Noches era un libro para adultos, por poner un caso, y es posible que si la Ilíada fuera escrita hoy, salvando las distancias, sería considerada literatura juvenil, como lo son tantas sagas heroicas. También se da un fenómeno en nuestra sociedad: el joven-adulto que nunca deja de ser un poco niño y ama la fantasía. Yo pertenezco a las “generaciones Tolkien”, esos adultos que crecimos con El Señor de los Anillos y aún hoy, veinte años después, disfrutamos con las hazañas de los hobbits aventureros y sus amigos. Con mi novela me ocurre algo curioso. Está catalogada como literatura juvenil y ciertamente cumple todos los requisitos para ser considerada como tal. Los chicos jóvenes la aprecian y me consta que algunos de ellos, poco amigos de libros, la devoran. Pero tampoco es un libro para niños pequeños. Hay episodios de bastante crudeza que piden un grado de madurez. También compruebo que son los adultos que pasan de la treintena quienes realmente disfrutan y le sacan todo el jugo a la obra. Eso me da que pensar…

P.- Recuerdo que Cesar Mallorquí dijo que uno de los vicios que más daño hacían a la literatura juvenil era lo políticamente correcto. En su novela hay escenas que, a mi parecer, no son nada políticamente correctas. Y cito una: la escena de la página 299, de Turiak sobre Yvanka.
Bueno, justamente acabamos de hablar de esto. Cuando escribí Estirpe no me planteé qué clase de género sería ni para qué tipo de lectores resultaría apta. Simplemente quería contar una historia heroica con visos de realidad. Sobre la cita de César Mallorquí, creo que lo importante es que la novela refleje honestidad por parte del autor. En mi caso, quería transmitir sin tapujos la crueldad de ciertas situaciones y cómo los seres humanos, cuando están desesperados, pueden reaccionar de forma brutal e instintiva. No me he recreado en exceso, pero tampoco he querido ocultar esas realidades. Para los jóvenes que leen, esta transparencia, sin buscar extremos ni perversiones, es un revulsivo que los puede invitar a pensar y a entablar un diálogo. ¿Por qué las personas actúan así? ¿Qué otras alternativas tenían?

P.- Otro de los vicios de la literatura juvenil es el didactismo: que la literatura sea una herramienta al servicio de la formación del menor.
Todos los –ismos pueden pecar por exageración. Pero ahí discrepo un poco. Decían los clásicos que la buena literatura tiene dos funciones inseparables: instruir y recrear. El racionalismo insistió en el aspecto instructivo. Después, la crítica romántica dio al traste con él y la post modernidad ha aupado un ideal literario esteticista y alérgico a todo cuando suene didáctico o aleccionador.

Me parece que nos hemos movido de un extremo al otro, y los clásicos –por algo son clásicos– tenían su parte de razón. No creo que el componente didáctico sea un vicio de la literatura. Otra cosa sería convertir una novela, que por definición es un relato bello y recreativo, en una especie de manual de ética o conducta cívica. No, ¡tampoco se trata de eso! Me parece estupendo que haya obras que no pretenden enseñar nada, puro esteticismo o distracción. Pero no seamos ingenuos: todo libro enseña algo, no hay obra que sea aséptica al cien por cien. Por mucho que se quiera liberarla de una carga moral o ética, toda novela está transmitiendo unos valores y una visión del mundo. Y los jóvenes, que están creciendo y son extraordinariamente receptivos, están absorbiendo esos valores. Lo queramos o no, la literatura y el cine son medios de instrucción de las masas.

Por eso, un autor que escribe para jóvenes debería ser consciente de su responsabilidad. Sus novelas están inculcando ciertas ideas, unos modelos de conducta y de pensamiento en sus lectores. Y lo hacen de forma mucho más potente que las lecciones del colegio o el instituto. Si las obras juveniles contienen unos valores ambiguos o confusos, esto puede influir en generaciones enteras de adolescentes.

P.: Y como esta sección se llama Hablando de Libros, el futuro de los mismos, ¿cómo lo ve la directora de la fundación ARSIS?
¡Otro tema controvertido! Sí, se habla mucho de la digitalización de la literatura y hay quienes pronostican que los libros en papel, tal como los conocemos, desaparecerán en unos años, con lo cual todo el sistema editorial se tambaleará desde sus cimientos… Bueno, desde mi humilde opinión, quiero pensar que esto no será así. Soy un poco romántica, y creo que el placer de abrir un libro con tapas, de pasar las hojas, oler el papel…, de podértelo llevar a cualquier lugar del mundo, comprimiendo en poco espacio vidas enteras, sin necesidad de electricidad, baterías o “conexión a la red”… esto prevalecerá. Alguien dijo que el formato del libro es una genialidad difícilmente superable, y estoy convencida de ello. Posiblemente nuestros viejos libros convivan con aparatos portentosos, que te permitirán cargar una biblioteca entera en un accesorio que pueda caber en la palma de la mano. Sólo espero eso: que convivan. Como afirma Paul Holdengräber, director de la Biblioteca de Nueva York, “el libro es algo que se puede tocar, que emborracha con el tacto. Y precisamente en un mundo cada vez más virtual y televisivo, su presencia táctil ganará aura”. Yo también lo creo así.

Muchas gracias.
Gracias a vosotros por ofrecerme esta oportunidad.

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