(Eduardo López y Paco Illán, con "La memoria que nos queda")
Francisco Javier Illán Vivas.
Eduardo López Pascual nació en Baza (Granada) en 1939 y desde muy joven vive en Cieza, donde ha sido profesor y realiza, desde hace muchos años, una importante labor cultural, tanto como individuo como miembro de la Asociación Cultural Pueblo y Arte, que organiza el prestigioso premio internacional de poesía Luys Santamarina- Ciudad de Cieza. Es autor de obras de poesía y narrativa, ya comentadas algunas de ellas en Acantilados de Papel, y podemos destacar Versos proscritos, Raíces de vida inacabada, Hablando a la madrugada de estas cosas, Hojas para una calma, Esta noche recuerdo el Eugenio, o Los días que vinieron inexplicablemente. La memoria que nos queda, su último poemario, dibuja un territorio donde la nostalgia y el tiempo pasado se vuelve protagonistas bajo una forma de hacer poesía honda y sensorial.
Creo que cualquier persona, hombre o mujer, si vive, es porque camina, es decir, va siempre tras un algo, un ideal, un mensaje, un amor. Y la poesía es el poeta, o sea, el hombre, la vida, que solo se entiende, se siente, en razón de una meta a cumplir.
P. Permítame retrotraerme a su juventud, para conocerle un poco más. Nació en Baza, pero prácticamente toda su vida se ha desarrollado en Cieza. Un cambio importante en unos años muy oscuros.
En realidad el cambio no existió, porque mi estancia en Cieza se produce a un año de mi vida, y bueno, no tuve tiempo de que me afectara; de todas formas mis años más jóvenes nunca fueron más oscuros que los que se pude vivir ahora, con esos problemas de terrorismo, de paro, o de hipotecas a mil euros al mes. Yo creo que, con todas las dificultades, de un tiempo de trasguerra – como en cualquier país que sufra esa catástrofe social y humana, y si no, miremos a la Francia, o la Alemania antes del plan Marshall-, viví una época de carencias pero de ilusiones, de pobreza pero llenas de esperanzas, de escasa libertad política, pero libérrima en imaginación, inteligencia, y proyectos que nos hacían mejores cada día.
P. Porque en este libro, también hay un viaje nostálgico.
Precisamente porque en mí, dentro de mí, queda un poso imborrable de sueños, de amistades, de metas a cumplir y hechas realidades; precisamente porque guardo un tiempo de feliz vivencia, de caminos andados, es decir de hechos amables, generosos, auténticos, que han marcado en cierta forma mi manera de ser y de hacer. No quiero olvidarlos, porque simplemente, me han ayudado a ser persona.
P. Diría que La memoria que nos queda es un libro sobre el paso del tiempo, sobre una vida, sobre ese instante de echar la vista atrás. ¿Es necesario para el poeta este acto de reflexión?
Yo pienso que todo poeta cuando escribe, está haciendo un paseo sobre lo que ha sentido, o lo que ha vivido; incluso hacia aquello que no ha podido hacer realidad. Al fin y al cabo, uno cree en eso que llaman poesía de la experiencia que es al fin, contar su propia sensibilidad. Y si, me parece bueno no perder sus raíces más personales y humanas, en razón de ser honesto con uno mismo, que además, nos sirve para hacer un alto en esta andadura de prisas, y ver exactamente donde estamos. Después de todo, la oportunidad de examinarnos a nosotros, siempre es o debe de ser un motivo para saber bien lo que somos.
Eso es difícil de asegurar, pues ocurre como con los hijos, a todos queremos por igual; lo que sí es cierto es que tal vez yo haya retratado más exactamente un tiempo concreto de mi vida; es como si oteara desde alturas más sólidas. Después de casi una docena de poemarios, aunque sean breves como esta Memoria, la verdad es que me siento feliz de estos versos, y desde luego, los juicios que de él voy recibiendo me producen un sincero orgullo de poeta, o de un serio intento de hacer poesía.
P. La memoria que nos queda está prologado por Pablo Méndez, de la editorial Vitrubio, que lo edita, y relacionado con la pregunta anterior, dice que “los buenos poetas rescriben una y otra vez el mismo libro, el suyo, el que luego pasa a ser de todos y a todos nos acompaña”.
Ya sabes, querido Paco Illán, que el poeta no puede ser nunca diferente a sí mismo, de forma que de un modo, si encima, consigue que el libro conecta con el lector, entonces mucho mejor.
Pablo, que por otra parte es también poeta y amigo, me conoce y conoce la poesía, por lo que creo que sus palabras son muy adecuadas.
P. Dice el poeta: “Ahora mismo que el tiempo parece que nos salva / de la andadura pasada...” ¿nos salva el tiempo?
El tiempo es, se quiera o no, como un difumino que al menos nos hace más leve las heridas acumuladas, o los sueños más urgentes; así que puedo llegar a pensar que el tiempo si que nos salva o casi, de victorias o derrotas, de ilusiones o desesperos, de riquezas o pobrezas, de marginación o aplausos. Sí, el tiempo nos salva, aunque desde luego, no borra nada.
P. Entre los poemas, hay un buen número de dedicatorias, en algunos momentos, mientras lo leía, me parecía un testamento, y yo que tanto siento el paso del tiempo, hubo momentos en que sentí, como usted, “que los años se escapan con la puesta del sol”.
Al final, querido amigo, y también poeta, los años con toda su carga de noes y de síes, van sucediéndose en nuestra vida que, como es tan corta– la vida es un sueño y sólo por Calderón-, siempre la tenemos a la mano, prendida en el recuerdo, y como a veces queremos asir alguna memoria, tan significada, es como si se nos escapara al acabar de pedirlo, de ponerse cada vez el sol.
P. Una pregunta muy semejante le formulé hace unas fechas a otro poeta amigo, José Martínez Giménez, y quiero que usted también me la conteste. Como he dicho, La memoria que nos queda lo edita Vitruvio, muy relacionado con la poesía, y en especial con el premio Ciudad de Cieza. ¿Qué representa para el poeta que editorial de ámbito nacional publique su obra?
Es, con toda sinceridad y con toda humildad, un paso definitivo en mi obra: he de decir que soy un poeta– un escribidor de versos, diría., muy especial porque siempre me he juzgado con enorme dureza, no por falsa modestia, sino porque ( haciendo un paralelismo con las palabras del filósofo Jasper, la poesía es de tan alto valor humano, que se espera de pocos, que estén a su altura.) Es decir, tengo tanto respeto por la poesía que, francamente, me cuesta trabajo reconocerme. Lo digo, porque editado en Valencia, o el País Vasco, en Cataluña, por ejemplo, nunca he ido al mundo comercial ordinario, pero a propuesta de la Editorial Vitruvio, con un buen poeta a su frente, como es Pablo, acordamos publicar esta Memoria, que espero que guste a un gran público. Esta edición se abre internacionalmente y desde luego, a muchos países hispanoamericanos. De alguna manera, sigo pasos en Revistas Digitales de poesía americanas, y tu conoces algunas, en donde me han publicado, o últimamente aparezco en una antología de poesía en Argentina, también como caso insólito, tengo publicado versos en Israel, y en Canadá. Es un orgullo, claro.
P. Es usted secretario de la Asociación Cultural Pueblo y Arte, que junto con el Ayuntamiento de Cieza, organizan cada año el premio de poesía Luys Santamarina- Ciudad de Cieza. Un premio internacional.
En efecto, y es una de las actividades que más a gusto hago, y me enorgullece, pues es una aventura abierta a la poesía, que es un arte mayor. Y de algún modo, participo en su promoción y en su reconocimiento. Es importante ayudar a la poesía con estas citas puntuales de premios, porque además de la satisfacción de conocer a muchos poetas, nos da la oportunidad de ver por donde va la creatividad de los poetas.
P. Dígame, qué circunstancias se dan en Cieza para que existan, al menos que yo conozca, dos asociaciones literarias tan activas como son Pueblo y Arte, y La Sierpe y el Laúd.
No quiero en absoluto ser populista en estas cosas, pero desde antiguo se decía de Cieza que era una especie de Atenas del Segura, por la enorme inquietud intelectual, pero sobre todo artística, de nuestro pueblo. Y es verdad, Cieza es cuna de escritores como Antonio Pérez, Aurelio Guirao, Fernando Martín Iniesta, Ángel Almela, etc,; es cuna de una denominación pictórica, la Escuela de Cieza, con pintores como Pepe Lucas, Manuel Avellaneda, Cayetano Toledo, Semitiel Segura, deportistas como Rubio, Molina, Flecha o Juan, o lugar de las masas corales tan premiadas como el Orfeón Cristo del Consuelo, o la Coral Ars Nova, en fin, esta ciudad tiene unas raíces culturales que han determinado sin duda alguna, un puesto en el universo de las artes.
P. En este mundo cambiante, amenazado de trágicas consecuencias por el cambio climático, de las prisas por vivir al día, del MP4, del iPop, del Blue ray, ¿qué sentido tiene la poesía?
La poesía, que no es un arma contra nadie, es el mejor instrumento para presentar una idea, un ideal, una utopía incluso, porque utiliza el lenguaje más escueto y directo de la palabra, es y esto nos da una fuerza increíble que hoy, de acuerdo con todas esas innovaciones que cuentas, es capaz de trasladar su critica y su mensaje a cualquier persona esté donde esté, y con ello, se es capaz de transformar un mundo que todavía no nos fusta. Lo amamos, pero por eso no nos gusta.
P. Y como esta sección se llama Hablando de libros, el futuro de ellos ¿cómo lo ve el secretario de la Asociación cultural?
Gracias a espacios como Hablando de libros, la literatura en general y la poesía en particular, encuentran razón de su existencia, de su andar, de su aventura. Si no existieran habría que inventarlas, pero tu sección, además es que hace próxima, cercana la curiosidad y la inquietud por todo lo que es verso. Sin duda, por sus contenidos y por su difusión, lo tengo como uno de los más adecuados, e intelectualmente libres, que se ven por este proceloso mundo de Internet. La labor que haces, amigo Paco Illán, es de todo punto inmedible. La poesía, los poetas y yo, en especial, te agrademos el bello y enorme esfuerzo de nacer al público, Hablando de Libros.
Muchas gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario