(Illán Vivas y el autor de la semana, Juan A. Piñera)
Francisco Javier Illán Vivas.
Juan A. Piñera es ingeniero técnico y profesor. Con 12 años sacó a luz, junto con un compañero del colegio, un fanzine musical. Ha escrito artículos de divulgación científica y de opinión y las novelas El emblema, 2006, y El escotillón de Águeda, 2007. Es, además, miembro del grupo de literatura La Sierpe y el Laúd, de Cieza.
Pregunta: Leo en su biografía que combina su labor docente, en la especialidad de electrónica, con la escritura. Además, vive en Cieza y trabaja en Murcia, me parece que siempre está cambiando, moviéndose, combinando.
No es exactamente combinar, más bien diría que hacerlas compatibles, sobrellevarlas según el reloj y el ánimo consienten. Trabajar es inevitable, habrá que hacerlo donde le requieran a uno.
P. Supongo que su vocación relacionada con las nuevas tecnologías le llevó a publicar su primera novela en Internet. Háblenos de esa experiencia.
De aquello mejor borrón y cuenta nueva.
P. El emblema, su primera novela, está catalogada como novela histórica.
Así es. Tengo un interés especial por la Segunda Guerra Mundial, de ahí que me propuse escribir sobre este periodo y tras un parto oblicuo nació El emblema. Es ésta una etapa de la historia repleta de déspotas, seres inhumanos y sufrimiento y, a su vez, de tremendos avances tecnológicos, oscuridad y secretismo que da mucho juego. Se pone todo eso en una probeta añadido a una dosis de espionaje y números y surge el libro del que hablamos, una ficción basada en la realidad, el Proyecto Uraniorum.
P. Después escribió El escotillón de Águeda, una novela ambientada en la actualidad, y con unos personajes críticos, hirientes, en determinados momentos muy agudos, ¿qué deseaba transmitirnos con esta nueva novela?
Tengo que aclarar que escribir El escotillón fue una experiencia clasificable entre lo jovial y lo penoso, un giro completo al estilo (si es que antes lo había), al propósito respecto al anterior tanto desde el punto de vista mío, como autor, como del lector, desde luego muy diferentes entre ambas obras. Es variado lo que se quiere transmitir con este libro. Además del mensaje principal (cualquiera puede encontrar el amor), que es la base que estructura el hilo narrativo, otro tipo de situaciones conforman el escenario perfecto para presentar ante el lector otras cuestiones que han de ser juzgadas según su criterio.
P. La novela fue presentada a un premio literario, pero lo que obtuvo fue la llamada del editor de Ediciones Irreverentes, Miguel Ángel de Rus, interesándose por publicarla. Supongo que eso es, en cierto modo, tan bueno como el premio en sí.
Creo que no es comparable alzarse con un premio literario, sea cual sea, que recibir una llamada de estas características. En cualquier caso, enviar el libro al premio en cuestión dio pie a que ahora forme parte de un catálogo.
P. Cuando comencé a leerla, sentí que Ediciones Irreverentes, por su título, y El escotillón de Águeda, por su contenido, era inevitable que se encontrasen.
Inevitable, puede. Voy a ser sincero. Antes de enviar el libro a Irreverentes, no tenía noticia de que existiera esta editorial, igual que ahora desconozco otras tantas, por suerte, cada vez menos. De Rus pretende, en la medida de lo posible, crear un catálogo que va entre lo contraventor y lo insolente, sin caer en la trampa de la vulgaridad, y siempre, claro, pretendiendo que las obras se puedan prestar a un mínimo aprecio.
P. A pesar de su visión de la sociedad actual, también incluye un homenaje a la poesía, pues las cartas de Bécquer tendrán una importancia vital para Águeda, la protagonista.
El mensaje es hiriente para quien se deje golpear, ofender. Ahora bien, hay fragmentos que hieren de verdad. Hay que tener el estómago áspero para no dejarse arrastrar por ciertas sacudidas en las sensaciones y cerrar el libro o mirar para otro lado, hay que ser de los atrevidos para llegar al final. El homenaje no es en sí a la poesía como puede parecer, más bien es a la constancia, al gusto por lo exquisito y primoroso, a los conocimientos y creaciones humanos más sublimes, y la poesía, aunque no soy poeta, creo que lo es.
P. ¿Cuál es su próximo proyecto literario? Y relacionado con esta pregunta, ¿cree que le será, a partir de ahora, más fácil publicar?
Hay un tercer libro que espera ver la luz. No se abandona en éste la tónica de El escotillón tanto por la manera de escribir como por los ataques que se presentan, por el recado bien envuelto, la forma de contarlo, las palabras y sus oportunas músicas contextuales, las situaciones extravagantes pero muy reales... Creo que, por ahora, me quedo en esta parcela, la de fustigar a través de la tinta y el diccionario (que vaya con el pobre que lo están dejando solo y lleno de polvo y telarañas), de una trama a veces festiva, otras trágica y emética, real y sin máscara de doctrina colectiva puesta en bandeja para unos ojos que saben y quieren ver, y aprender, que de un libro siempre enseña y tampoco está de más. ¿Más fácil publicar? Depende de las maneras personales del editor de apreciar o no lo que tenga en sus manos. Llamarme como me llamo no me abre puertas, quizá haya algún resquicio por donde haya una línea de luz.
P. Se puede decir que el 2007 ha conocido una eclosión de los autores murcianos, con los premios recibidos por Luis Leante, Marta Zafrilla, Diego Pedro López Nicolás, que ya tuvo su inicio en los años anteriores con Pascual García, Manuel Moyano, Eloy Sánchez Rosillo… ¿Qué circunstancias se dan en la Región de Murcia para que esto ocurra?
La cuestión de ganar un premio es una materia muy particular. Los premios, como es natural, son dados por personas que tienen sus gustos y sus frustraciones, sus manías y sus preferencias. No digo con esto que obtener un premio no tenga su mérito, ya sea menos, y que sirven para promocionar al laureado, por supuesto, pero son decisiones sujetas a un modo de pensar y sentir, así que, que se lo concedan a uno, todo depende del jurado, y de quien esté merodeando por la sombra. Creo que me entiende. En Murcia tenemos buena pluma que por suerte aflora poco a poco.
P. Y como esta sección se llama Hablando de libros, el futuro de ellos ¿cómo lo ve el especialista en electrónica?
Hay que diferenciar entre dos tipos de libros si hablamos de libros como novelas o “historias”: el libro fácil de entretenimiento que hay que leer rápido para llegar al desenlace y el otro libro, el que se paladea palabra por palabra, página por página, el que no queremos que termine, el que a primera vista distrae menos pero que aglutina más fondo, se puede poner lección o de la manera que más le guste a uno. El primero, sobrevivirá. En este último el microbio ha atacado y con ganas, y, según parece, ha encontrado un buen lugar donde multiplicarse, vivir muy pero que muy bien..., y lesionar y desinflar el idioma y dejarlo como un ente anoréxico y enfermo que se obstina en mantener el tipo.
Muchas gracias.
A ti, Francisco Javier.
No es exactamente combinar, más bien diría que hacerlas compatibles, sobrellevarlas según el reloj y el ánimo consienten. Trabajar es inevitable, habrá que hacerlo donde le requieran a uno.
P. Supongo que su vocación relacionada con las nuevas tecnologías le llevó a publicar su primera novela en Internet. Háblenos de esa experiencia.
De aquello mejor borrón y cuenta nueva.
P. El emblema, su primera novela, está catalogada como novela histórica.
Así es. Tengo un interés especial por la Segunda Guerra Mundial, de ahí que me propuse escribir sobre este periodo y tras un parto oblicuo nació El emblema. Es ésta una etapa de la historia repleta de déspotas, seres inhumanos y sufrimiento y, a su vez, de tremendos avances tecnológicos, oscuridad y secretismo que da mucho juego. Se pone todo eso en una probeta añadido a una dosis de espionaje y números y surge el libro del que hablamos, una ficción basada en la realidad, el Proyecto Uraniorum.
P. Después escribió El escotillón de Águeda, una novela ambientada en la actualidad, y con unos personajes críticos, hirientes, en determinados momentos muy agudos, ¿qué deseaba transmitirnos con esta nueva novela?
Tengo que aclarar que escribir El escotillón fue una experiencia clasificable entre lo jovial y lo penoso, un giro completo al estilo (si es que antes lo había), al propósito respecto al anterior tanto desde el punto de vista mío, como autor, como del lector, desde luego muy diferentes entre ambas obras. Es variado lo que se quiere transmitir con este libro. Además del mensaje principal (cualquiera puede encontrar el amor), que es la base que estructura el hilo narrativo, otro tipo de situaciones conforman el escenario perfecto para presentar ante el lector otras cuestiones que han de ser juzgadas según su criterio.
P. La novela fue presentada a un premio literario, pero lo que obtuvo fue la llamada del editor de Ediciones Irreverentes, Miguel Ángel de Rus, interesándose por publicarla. Supongo que eso es, en cierto modo, tan bueno como el premio en sí.
Creo que no es comparable alzarse con un premio literario, sea cual sea, que recibir una llamada de estas características. En cualquier caso, enviar el libro al premio en cuestión dio pie a que ahora forme parte de un catálogo.
P. Cuando comencé a leerla, sentí que Ediciones Irreverentes, por su título, y El escotillón de Águeda, por su contenido, era inevitable que se encontrasen.
Inevitable, puede. Voy a ser sincero. Antes de enviar el libro a Irreverentes, no tenía noticia de que existiera esta editorial, igual que ahora desconozco otras tantas, por suerte, cada vez menos. De Rus pretende, en la medida de lo posible, crear un catálogo que va entre lo contraventor y lo insolente, sin caer en la trampa de la vulgaridad, y siempre, claro, pretendiendo que las obras se puedan prestar a un mínimo aprecio.
P. A pesar de su visión de la sociedad actual, también incluye un homenaje a la poesía, pues las cartas de Bécquer tendrán una importancia vital para Águeda, la protagonista.
El mensaje es hiriente para quien se deje golpear, ofender. Ahora bien, hay fragmentos que hieren de verdad. Hay que tener el estómago áspero para no dejarse arrastrar por ciertas sacudidas en las sensaciones y cerrar el libro o mirar para otro lado, hay que ser de los atrevidos para llegar al final. El homenaje no es en sí a la poesía como puede parecer, más bien es a la constancia, al gusto por lo exquisito y primoroso, a los conocimientos y creaciones humanos más sublimes, y la poesía, aunque no soy poeta, creo que lo es.
P. ¿Cuál es su próximo proyecto literario? Y relacionado con esta pregunta, ¿cree que le será, a partir de ahora, más fácil publicar?
Hay un tercer libro que espera ver la luz. No se abandona en éste la tónica de El escotillón tanto por la manera de escribir como por los ataques que se presentan, por el recado bien envuelto, la forma de contarlo, las palabras y sus oportunas músicas contextuales, las situaciones extravagantes pero muy reales... Creo que, por ahora, me quedo en esta parcela, la de fustigar a través de la tinta y el diccionario (que vaya con el pobre que lo están dejando solo y lleno de polvo y telarañas), de una trama a veces festiva, otras trágica y emética, real y sin máscara de doctrina colectiva puesta en bandeja para unos ojos que saben y quieren ver, y aprender, que de un libro siempre enseña y tampoco está de más. ¿Más fácil publicar? Depende de las maneras personales del editor de apreciar o no lo que tenga en sus manos. Llamarme como me llamo no me abre puertas, quizá haya algún resquicio por donde haya una línea de luz.
P. Se puede decir que el 2007 ha conocido una eclosión de los autores murcianos, con los premios recibidos por Luis Leante, Marta Zafrilla, Diego Pedro López Nicolás, que ya tuvo su inicio en los años anteriores con Pascual García, Manuel Moyano, Eloy Sánchez Rosillo… ¿Qué circunstancias se dan en la Región de Murcia para que esto ocurra?
La cuestión de ganar un premio es una materia muy particular. Los premios, como es natural, son dados por personas que tienen sus gustos y sus frustraciones, sus manías y sus preferencias. No digo con esto que obtener un premio no tenga su mérito, ya sea menos, y que sirven para promocionar al laureado, por supuesto, pero son decisiones sujetas a un modo de pensar y sentir, así que, que se lo concedan a uno, todo depende del jurado, y de quien esté merodeando por la sombra. Creo que me entiende. En Murcia tenemos buena pluma que por suerte aflora poco a poco.
P. Y como esta sección se llama Hablando de libros, el futuro de ellos ¿cómo lo ve el especialista en electrónica?
Hay que diferenciar entre dos tipos de libros si hablamos de libros como novelas o “historias”: el libro fácil de entretenimiento que hay que leer rápido para llegar al desenlace y el otro libro, el que se paladea palabra por palabra, página por página, el que no queremos que termine, el que a primera vista distrae menos pero que aglutina más fondo, se puede poner lección o de la manera que más le guste a uno. El primero, sobrevivirá. En este último el microbio ha atacado y con ganas, y, según parece, ha encontrado un buen lugar donde multiplicarse, vivir muy pero que muy bien..., y lesionar y desinflar el idioma y dejarlo como un ente anoréxico y enfermo que se obstina en mantener el tipo.
Muchas gracias.
A ti, Francisco Javier.
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